El comentario de hoy, jueves 2 de mayo 2024
El jueves 25 de abril, como ocurre en nuestro nutrido calendario de festejos, el ayuntamiento de la capital celebró con bombo y platillo, el 492 aniversario de que la antigua Antequera –hoy Oaxaca de Juárez- fue elevada a la categoría de ciudad. Nada nuevo. La misma película de cada año. Repique de campanas, “Las Mañanitas”, tamalada, sesión solemne de Cabildo, entrega de premios, conciertos, discursos, loas.
No es el pan, sino el circo que mantiene a la sociedad aletargada y ausente de los grandes problemas que enfrenta en el día a día. Es decir, la fiesta y el jolgorio, para maquillar la simulación y la indolencia oficiales. Cada aniversario debería ser, en el peor de los casos, la renovación del compromiso de sus autoridades para darle solución a los graves problemas que fustigan a la sociedad, como el tema de la basura, la falta de agua potable o la contaminación, entre otros.
La capital enfrenta un visible deterioro de su patrimonio monumental; anarquía en el transporte urbano; un desordenado crecimiento, motivado por la falta de un plan maestro de desarrollo urbano. La inseguridad, pese a las cuentas alegres de recientes estadísticas, sigue lacerando a la ciudadanía. Otro tema grave es la gentrificación de la que ya hemos hablado, que ha traido consigo la pérdida total de ese aire provinciano que cautivó a propios y extraños.
La extenuante parafernalia política, con su escandalosa publicidad, ha añadido un factor más a nuestra problemática urbana: ha deteriorado la imagen visual. Y qué decir del comercio en la vía pública, invadiendo incluso espacios en inmediaciones de nuestros más reconocidos monumentos coloniales. Sin embargo, tal parece que hay en la autoridad una ceguera congénita. Pero qué tal la proliferación de cantinas y giros negros. Ahí sí hay negocio.
La imagen del Centro Histórico, aquella que cautivó al Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO, en 1987, cuando calificó a nuestra capital como Patrimonio Cultural de la Humanidad; de arquitectura novohispana, única en su género, ha cedido a la falta de regulación urbana, que ha multiplicado las terrazas. Éstas sólo han contribuido a prostituir la originalidad e identidad de nuestro legado ancestral.
Pero Oaxaca de Juárez ha devenido en los últimos tiempos, el Edén de la fiesta perpetua; de la calenda y el huateque. Una eterna celebración con la cual simular nuestra lacerante realidad. Aún con obras de relumbrón, hace falta una visión de futuro. Por lo pronto, han iniciado las campañas por la presidencia municipal, donde la ciudadanía podrá evaluar las mejores ofertas; la viabilidad de las mismas y desechar las falsas promesas. (JPA)

